CASTELLANO – categoría A

 

TIERRA MOJADA

N a j a r r i l l o

 

I
Mece el aire las ramas de la encina.

He leído en la tierra
y me he ocupado del lenguaje de los árboles:

todo conversa de forma interminable
y lúcida;

solo el hombre se encierra en sus verdades
como un animal idólatra.

Mece el aire la hierba y las retamas,
pero el hombre solo se inclina ante sospechosas certezas.

Me he ocupado de las preguntas
y del lenguaje que no puede ser poseído.

II
Mece el aire la superficie líquida de la alberca,
pero el hombre busca el mercado donde vender la fruta.

Me he ocupado del olvido:
lo que escribo está libre de significados.

Si dijera que no existe el origen de la luz
nadie me creería.

III
Las veredas atraviesan las viñas de la infancia
a un lado y a otro de la carretera que me trae al pueblo.

Entre la fortaleza de la claridad
y los gorriones del amanecer,
cada año, la última semana de junio.

Soy aquellas huellas perdidas.

Ahora mis ojos y mis manos,
mecidos por el aire de las canciones:

intuyo la desembocadura de la tarde,
la edad que se adentra en el paisaje remoto
de la memoria.

IV
Con los años
he trabajado en desechar palabras.
Quizá he conseguido
hacer retroceder a algunas,
aunque otras persisten
como bueyes.

El drama musical de mi silencio
consiste en no saber
qué palabras sobrevivirán
después de todo,

con qué violencia sacudirán
el cuaderno cerrado.

V
Mece el aire las copas de los almendros.
Estoy sentado en una piedra del camino.

Leo huellas de pájaros,
herraduras de polvo en el filo de las lindes.

Si dijera que soy una palabra terrestre
ningún dios me creería.

El aire de la tarde mece las hojas del silencio.
He cerrado los ojos hasta el fondo:
alzo la frente como si pudiera ver la ausencia.

¿Son nubes o ángeles en la lejanía?

La palabra de un niño sostiene todavía
el corazón del mundo.

El poema huele a tierra mojada.

Jose Manuel Martin Portales