Desde 2003 y con un bigote como emblema, Movember convoca a la comunidad internacional a concienciar sobre las enfermedades con mayor impacto en los hombres. Entre ellas se encuentra el cáncer de próstata, el cáncer más frecuente en varones.

En junio de este año, los Premios a la Investigación Jesús Serra reconocían el trabajo de Arkaitz Carracedo, Profesor de Investigación Ikerbasque en el Centro de Investigación Cooperativa en Biociencias (CIC bioGUNE), en el estudio del cáncer. Cerca de Bilbao, Arkaitz dirige un laboratorio pionero en el estudio de las bases moleculares del cáncer de próstata. En un día soleado de Movember, hablamos con él para conocer más sobre esta enfermedad y qué nos depara la ciencia más puntera en la lucha contra el cáncer de próstata, el cáncer más diagnosticado en varones en España en el 2021.

¿Cómo surge tu interés por el cáncer de próstata?
Como investigador, siempre he querido entender las bases moleculares del cáncer. Creo que estudiar el cáncer es una manera de entender también cómo funciona la vida, además de hacer un aporte social y científico muy importante.

Concretamente, son dos los factores que encendieron la chispa de mi interés por este tipo de cáncer. Primero, encontrarme en mi formación universitaria con un gran docente y mentor, Guillermo Velasco en la Universidad Complutense. Segundo, la apuesta por investigar en cáncer de próstata se vio afianzada y propulsada por encontrarme con los doctores Miguel Unda y Ana Loizaga, urólogos del Hospital de Basurto. Las personas son quienes catalizan las ideas, por tanto, cualquier gran iniciativa requiere de este componente personal. Tras 12 años de colaboración, nuestra relación con el servicio de urología de Basurto es más fuerte y más ambiciosa que nunca. Además, nos da la oportunidad de hacer también investigación traslacional, de ver como los resultados de mi investigación se pueden aplicar en la clínica y, a la vez, recibir nuevas preguntas de investigación desde ella.

¿Sabemos cuál es el principal factor causante de este cáncer?
El cáncer de próstata es uno de los cánceres más asociados al envejecimiento, aunque hay otros componentes menos investigados, como factores genéticos o de hábitos de vida. Además, existen grupos de pacientes que presentan un tipo de cáncer de próstata radicalmente más agresivo, que ya ha metastatizado cuando se diagnostica. Son solo el 5% de los diagnósticos en cáncer de próstata, pero si desciframos por qué este tipo de cáncer de próstata es más agresivo, podremos conocer los condicionantes que determinan la evolución del tumor.

¿Cuál es la situación actual del cáncer de próstata?
Es un cáncer muy prevalente en nuestra sociedad y, gracias a las mejoras en la detección precoz, la supervivencia ha aumentado notablemente en los últimos 30 años. El reto ahora es entender por qué algunos pacientes que reciben tratamientos de primera línea no se curan. Para reducir estos casos, la medicina molecular es una herramienta clave para aprender del tumor que se diagnostica y poder predecir si esa persona necesitará más ayuda en su tratamiento.

¿Qué avances habéis conseguido desde el CIC bioGUNE?
Hemos conseguido poner piezas importantes en un puzzle tan complejo como el del cáncer. Desde nuestra perspectiva de caracterización molecular de la enfermedad, hemos identificado requerimientos de las células tumorales que pueden ser explotados clínicamente con fines diagnósticos y/o terapéuticos. Estas líneas de investigación nos han llevado a actualizar la composición de nuestro laboratorio, incluyendo áreas como la bioinformática. Nuestro equipo es multidisciplinar con una visión multifactorial de la enfermedad que nos permite dar una respuesta más rica y más compleja de lo que es el cáncer. Esto nos ha permitido entender mejor las bases moleculares de la enfermedad.

¿Qué diferencia una célula sana de una tumoral?
Las células tumorales son como animales enjaulados, que pelean constantemente por escapar. Han olvidado cuáles son sus funciones en nuestro cuerpo, y tienen como único objetivo sobrevivir y propagarse. Para ello, piratean los mecanismos que cualquiera de nuestras células utilizan a lo largo de su vida. Entre estos mecanismos, estudiamos cómo piratean su modo de nutrirse. Las células tumorales se alimentan de un modo radicalmente distinto a las células normales, ya que utilizan los nutrientes, aparte de para obtener energía, para crear nuevas células. Además, potencian otras áreas del metabolismo, como es la producción de unas moléculas que se llaman poliaminas. Nuestra investigación, de hecho, se ha centrado en dos preguntas con respecto a esta molécula: ¿Qué hace que una célula tumoral sea capaz de aumentar la producción de poliaminas?; y ¿qué hacen las poliaminas para ayudar a la supervivencia y crecimiento de una célula tumoral?

¿Qué son las poliaminas?
Las poliaminas son unas moléculas que nuestras células producen, pero que también se pueden obtener de la dieta. Estas moléculas sirven a la célula tumoral para que toda la maquinaria de crecer, dividirse y proliferar funcione mucho mejor. Son como el aceite del motor tumoral. Estamos investigando si pueden ser una diana para frenar su crecimiento sin afectar a las células normales.

Entonces, ¿las poliaminas, por lo general, son perjudiciales para la salud y debemos evitar consumir productos que las tengan?
No. No es tan sencillo. Mientras que las células tumorales se benefician de las poliaminas para crecer más, otros órganos las utilizan para fomentar un estado más saludable. Por ejemplo, hemos visto que en el contexto de la obesidad, promover la producción de poliaminas contribuye a una mejor gestión de la grasa para reducir la adiposidad. Así que nos encontramos en una paradoja en la que tendremos que equilibrar los efectos beneficiosos y, a la vez, limitar los efectos que tienen en las células en cáncer.

¿Podremos regular los efectos de las poliaminas a través de una intervención dietética?
En el caso de la obesidad, se ha propuesto que alterar el aporte de poliaminas en nuestra dieta puede ayudar a potenciar sus efectos beneficiosos. Sabemos todavía poco, y se necesitan más estudios para poder hacer afirmaciones contundentes. Y, en el caso del cáncer, antes de incluso pensar en si tiene sentido una intervención dietética, debemos primero entender mejor el papel de las poliaminas en la evolución tumoral.

¿Qué ha significado el Premio a la Investigación Fundación Occident en tu investigación?
Primero, un fundamental reconocimiento para mí y mi equipo. Pero además, la dotación del Premio nos permitirá precisamente seguir investigando estas bases moleculares. Vamos a estudiar con más detalle los efectos tempranos de la poliaminas en la agresividad del cáncer de próstata. Pondremos a prueba fármacos para ver dónde tienen que llegar y en qué concentraciones para provocar cambios en el metabolismo de las poliaminas. Así podremos refinar su uso y adecuarlo a las condiciones que sean más beneficiosos para la salud.

Y, en tu opinión, ¿podemos “Alimentar la salud”?
Sin duda. Alimentar la salud es fomentar una alimentación equilibrada y consciente. Saber que no hay alimentos milagrosos ni malditos, y buscar una normalidad sostenible en nuestra nutrición que nos haga saludables. Vivimos en un día a día en el que comer a menudo se convierte en un trámite, en vez de ser un pilar para nuestra salud.
Y alimentar la salud es también seguir investigando para entender mejor, a nivel individual y en función de nuestro estado de salud, qué alimentos nos favorecen. Y también cómo usar el conocimiento que generamos en la investigación del metabolismo para inspirar el desarrollo de fármacos.